Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

Todo el colorido y la tradición ancestral se mezclan en esta celebración que se vive como una fiesta de varios días recordando a los que ya no están.

Todo México se prepara para este evento que sin duda es de los más importantes del año. Mucho más que una celebración religiosa, hace a su cultura, a la forma en que recuerdan sus muertos y que viene desde los indígenas. Es común ver en estas fechas toda la ciudad decorada con altares, calaveras, flores, velas y mucho colorido. Es de las imágenes más lindas que podemos tener de este país y por ello es buena oportunidad para visitarlo en estas fechas.

El Día de Muertos (que coincide con el día de todos los santos para los católicos)es tan popular que ha sido reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Si en Estados Unidos ha sobrevivido la tradición de Halloween de raíces Irlandesas, en Latinoamérica para estas fechas lo importante es honrar a los que ya no están. Y que mejor manera que hacerlo con una fiesta lleva de símbolos alusivos.

Comienza el 28 de Octubre y se extiende hasta el 1ro de Noviembre, cada día con algo nuevo que se agrega. Todo lugar que uno se imagine del espacio público, bares, restaurantes, las casas, incluso las oficinas, tiene sus propios altares para conmemorar esta fecha especial. También hay fiestas en cada rincón, mucho que beber y comer y alusivos disfraces, como las “Katrinas”, calaveras coloridas que tanto gustan a las mujeres para lucir en su rostro.

Hay que prestar atención a todo detalle, si aquí nos impresionamos cuando vemos un altar de Gauchito Gil imaginen todo un país lleno de espacios para homenajear a sus fallecidos. En una casa los hacen colocando las fotos de sus muertitos con ofrendas, comida y decoraciones varias. También en cada oficina se les reserva un lugar especial, hay velas, muñequitos típicos, flores y si es posible cigarrillos o bebidas con alcohol. Todas estas cosas son “para que se lleven de viaje” a su lugar. De esta forma, los que se han ido, se hacen presentes en este mundo terrenal y se sienten bienvenidos.

Para otras culturas occidentales la muerte siempre ha sido vista como algo misterioso, temerario y muy triste, muy diferente a lo que propone esta cultura que la venera, la honra y hasta se permite reírse de ella. Algunos incluso advierten que de esta manera la espantan.

En cada pueblo del interior se festeja de manera mas o menos similar, se hacen procesiones, fiestas con pirotecnia, la calle y las casas se vuelven un verdadero festín donde se privilegian los disfraces que representan la muerte. De esta manera se desalienta Halloween y hasta hacen campaña para recordar sus raíces y no caer en el marketing de sus vecinos.

La máxima vidriera se da en el Zócalo, la plaza central del Distrito Federal, donde hay altares descomunales que hasta tienen sus auspiciantes. Allí se amontona mucha gente para ver este espectáculo increíble, vale la pena porque cada año se vuelven mejores. Algunos van más allá y se animan a visitar los cementerios para ver toda la decoración de flores y guirnaldas que lleva la gente para celebrar ahí mismo con sus antepasados.

El festejo día por día

28 de octubre: comienza la tradición cuando se prende la primera luz (vela blanca) y una flor blanca para dar la bienvenida a las animas solas. Algunos utilizan una vela por cada difunto y esa luz los guía hacia la casa.

29 de octubre: se prende otra vela y se coloca un vaso con agua dedicado a difuntos olvidados y desamparados.

30 de octubre: hay una nueva vela, se coloca otro vaso con agua y se pone un pan blanco para los difuntos que se fueron sin comer o los que tuvieron algún accidente.

31 de octubre: se prende otra vela, más agua, pan y una fruta para los muertos de los ancestros.

1 de noviembre: se conoce como el “día de los muertos pequeños” (niños) y por eso se pone en el altar toda la comida dulce y flores.

2 de noviembre: día de los fieles difuntos o “de los muertos grandes” y a ellos se les ofrenda comida, cigarros y cerveza.

3 de noviembre: se prende la última vela blanca y se quema incienso de copal (lo ofrecían los indígenas a sus dioses porque limpia de los malos espíritus). Esta es la despedida pidiéndoles que vuelvan el siguiente año.

Ahí se entiende el porqué de la disposición de cada altar, los pisos, la variedad de regalos. Este sitio sagrado les permite olvidar el abismo misterioso que separa la vida y la muerte, conectarse con sus seres queridos en un acto que es sagrado y profano a la vez.

Hay que mencionar también que desde hace varios días ya se vende en la calle el tradicional pan “de los muertos” (con forma de calavera) y las flores de Cempasúchil (caléndula) que guiarán las almas de los difuntos con su color y aroma. También guirnaldas de papel, que le dan el toque divertido y más alegre a cualquier rincón.

Para los viajeros que tengan el placer de disfrutar y compartir este espectáculo, es una buena forma de comprender mucho más esta cultura tan arraigada en sus tradiciones indígenas. En fiestas que se dan por doquier invitan a compartir con cualquier familia y vecinos y además se pueden comprar todo tipo de adornos y souvenirs característicos para llevara  casa.

 

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